sábado, 9 de abril de 2011

EL PADRE DE LA PATRIA.- (Capítulo UNO)

“Mañana pasarán por usted. Destino Haití. Fdo: Ejército Nacional”. Eso era lo que decía el telegrama colacionado. Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no por el contenido de lo que acababa de leer, aunque no podía dejar de admitir que se había sorprendido un tanto. El problema sería como decírselo a ella, su hija, la luz de su vida y a los niños. Los otros niños. Porque también había otros niños.
Meses atrás la insistente campaña de radio y televisión había producido su efecto. Como tantos y tantos otros se había acercado a la repartición más cercana a su domicilio, acompañado de su “Currículum Vitae” que fuera confeccionado por Margarita una joven que estaba realizando sus primeras armas en el tema del diseño gráfico y que como parte de un trabajo lo había presentado ante la profesora de Taller I y había obtenido un 7 como nota.
-Aprobaste raspando- le dijeron sus compañeros.
Pero a ella no le importó porque el trabajo llevaba el nombre de Edmundo Tejedor el “morocho del barrio” como ella lo llamaba cuando estaban solos. Y el día que tuvo una oportunidad se lo regaló mientras buscaba seducirlo con el poco encanto que la naturaleza le había obsequiado.
Margarita no era de las chicas a las que se le suele decir “lindas”, más bien era de las “arremetedoras”. Por eso los intentos de amor fallidos con Tejedor la dejaban molesta y desilusionada como mujer. Claro que a los calores, luego de sus frustraciones, Margarita no se los sacaba dándole puñetazos a la pared. Siempre caía detrás de su Morocho algún afortunado que se llevaba un premio, aunque no mayor, inesperado; cuando la visitaban para consultarle por alguna tarjetita o concejo que la joven estudiante de Diseño pudiese acercarle referido a es tema. Todos en el barrio sabían que era estudiante de la facultad y al parecer para cualquier evento siempre alguien deseaba hacer tarjetas de invitación. Por otro lado nadie se olvidaba que era “arremetedora”, quizás por eso fuera tan interpelada. Al parecer sus tarjetitas se habían puesto muy de moda.
Con esto no quiero decir que Tejedor no supiese de las características personalísimas de la diseñadora. Solo que por momentos le gustaba jugar y hacerse el difícil. Además uno para enredarse con Margarita debía tener verdaderas ganas. Su contexto visual de mujer también podría ser calificado como difícil.
Leído el telegrama consultó su agenda personal y luego de sacar la cuenta de los días que habían pasado, desde su postulación para ingresar a la fuerza que lo estaba notificando, advirtió que eran exactamente sesenta y tres, un número mágico pensó, raro, malo, seguidor. El casamiento.
Aquel día como tantos otros -Tejedor- deambulaba por la calle sin mirar a nadie. Solo escuchaba la radio a través de los auriculares, aislado, aguardando a que se hiciera la hora de comer para entrar en cualquier lado en busca de algún alimento barato sin importar la salubridad que lo rodeara. Todo con tal de no regresar a su casa.
Se sentó en una mesa que quedaba junto a los baños. Primer error. Pidió un sándwich de vacío. Segundo error. Él no podía saberlo, pero era del día anterior y en el centro se encontraba crudo. Y una botella de vino de la casa para completarla, no sabía bien cómo se había acostumbrado casi ya a no beber, pero quería darse un pequeño gusto, “hoy será mi navidad”, se dijo mentalmente.
El mozo, parco, no le dirigió la palabra ni cuando le cobró la cuenta.
Dejó el lugar y acompañado del sonido de la radio continuó su caminata sin rumbo. A poco de doblar en la esquina de Avenida del Trabajador y Perón se descubrió tarareando la música que al parecer se le había pegado de alguna de las propagandas que más se repetían, aunque no terminaba de saber bien de qué era. Esto hizo que se concentrara por completo esperando el momento para volver a oírla detenidamente.
Que coincidencia Avenida del Trabajador y Perón pensó. Al nombre de estas calles las deben haber puesto a propósito para que se chocaran, los políticos hacen todo a propósito balbuceo realizando el acto de negación con la cabeza gacha. Cuando volvió a erguirse descubrió a la “arremetedora” que doblaba la mencionada intersección en dirección opuesta a la que el iba por lo que pronto estarían uno junto del otro.
-Morocho argentino. Morochito de barrio- le susurró.
-¿Que?
-Morocho mío, mío, mío- ya en un tono un poco más fuerte.
-¿Mimo, mimo qué?- quitándose uno de los auriculares.
-Margarita vos que andas en estas cosas. Puede ser que le hayan puesto los nombres a estas dos calles a propósito para que se chocaran.
-Sí. Morochito. Qué inteligente que sos ¿no querés ser mi Perón?
-Perdón. Perdón, que confusión, lo mío es una consulta profesional- y luego de darle la espalda continuó su recorrido.
La arremetedora había sido burlada nuevamente por su presa más codiciada y difícil de atrapar. No importaba era temprano alguien seguramente pasaría por su casa-estudio antes de que terminara la hora de la siesta y allí sí, la araña tejería su tela para atrapar a su víctima.
“…y ésta es su oportunidad su gran oportunidad no la deje pasar. Este es el momento de aliarse a la Patria para defender los principios morales de nuestra sociedad y de paso cobrar una remuneración acorde a las circunstancias. Le repito a usted querido ciudadano y compatriota- Tejedor se paró en seco- una renta acorde a las circunstancias. Mire detenidamente una vez que sale de su casa, cerca, muy cerca lo está esperando la repartición más cercana a su domicilio. Vacantes ilimitadas. Sea un Patriota de la nueva era. El padre de la nueva Patria. Y no se olvide; una remuneración acorde a las circunstancias”.
Y en efecto, detrás de aquellas palabras resonaba una archiconocida canción de cuna, de esas que se utilizan para dormir a los bebes. La versión si bien no era la original se adivinaba de inmediato por más que estuviese repleta de bombos y redoblantes militares.
Los últimos dos minutos que acababa de vivir, es decir desde que se descubrió tarareando la canción, el choque no intencional con la “arremetedora” y la propaganda radial; produjeron un cambio radical, aunque suene exagerado, en su vida.
-Por qué no. Por qué no ser el nuevo prócer, el prócer de la era moderna. El nuevo Perón si querés. O más aun: el nuevo Padre de la Patria. ¡¡¡De mí Patria carajoooo!!!

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