lunes, 9 de mayo de 2011

Currículum.- (Capítulo TRES)

-Qué querrá decir acorde a las circunstancias.
Porque repasemos. Si a mis circunstancias personales se refiere con muy poco me van a arreglar, si hace años que no trabajo. Mejor dicho nunca trabajé. Si se tomara como parámetro el ingreso monetario familiar ahí la cosa cambiaría, porque habría que determinar bien cuánto gana la madre de mi hija. Pero, la mierda, ser el nuevo Padre de la Patria no es poco y no debe ser poco lo que a “acorde a las circunstancias” se refiere. Ya me veo yo saliendo en las revistas, en la parte del medio a doble página Edmundo Tejedor el Padre de la Patria.
Enfiló para su casa a paso firme. La cabeza erguida los brazos a los costados y la zancada un poco exagerada, apoyaba primeramente el talón y luego el resto del pie. Siempre tarareando la misma canción que no terminaba de aprender nunca aunque ya había descubierto a que se refería. Directamente se dirigió al lugar donde debía estar y estaba el antiguo currículum que Margarita le había obsequiado hacía ya mucho tiempo. Lo repasó de punta a punta y determinó que serviría para la ocasión. Solo tuvo que cortarle la última hoja, aquella donde el profesor Sicardi le había estampado un siete a su alumna. Se lo metió bajo el brazo y regresó a la calle. En la esquina, bien uniformado, aunque Tejedor ya había determinado que cuando fuese él quien impartiera las órdenes los atuendos serían de color rojo y no azules, un oficial de la policía le serviría de guía.
-Disculpe Oficial ¿la Dependencia más cercana donde se encuentra?
-Documento.
-Cómo se atreve. No sabe con quién se está metiendo.
-Documento. Por favor o me va a tener que acompañar.
-¿A donde? ¿Por quién me ha tomado?
-A la Dependencia.
-Por supuesto lo acompaño nomás.
El oficial estaba bastante más obeso de lo que a Tejedor le había parecido cuando lo había detectado fumando en la esquina. El acostumbrado paso de tortuga que le imprimía al trayecto lo hacía intolerable.
-Vamos oficial que no tengo todo el día.
Cuando yo tenga el poder… pensaba Tejedor.
El oficial no pensaba nada. Ni escuchaba nada. Su estado físico solo le otorgaba la posibilidad de ver y caminar lenta y pesadamente.
-Si allá se ve la Dependencia. Gracias por todo Oficial Molina. Carlos Molina- le leyó en la placa y salió a toda carrera.
-Este gordo va a ser el primero que voy ha hacer cagar…
-Permiso señoras y señores. Mi nombre es Edmundo Tejedor el futuro Padre de la Patria. Es un gusto conocerlos a todos.
Del otro lado del mostrador una mujer de edad indefinida se intentaba esconder detrás del humo de su cigarrillo número indefinido. Los cuatro o cinco administrativos que aun quedaban en la Dependencia de Policía se miraron y rápidamente comenzaron con sus chanzas internas.
El recién llegado los observaba siguiendo cada uno de sus dichos, sacando radiografía de cada detalle para tenerlo en cuenta en un futuro próximo. Era increíble como se reían de semejantes estupideces. Pasaron minutos antes de que uno de ellos le dirigiese la palabra.
-Lo que me trae por aquí es la vocación de servicio. El llamado de la Patria. Las enseñanzas y los legados que desde hace siglos han dejado nuestros héroes que alguna vez supieron hacer grande a esta República.
-Gonzale…decile que grande era la de tu viejo decile...
-Ja, ja, ja, ja.
-Qué, éste quién se cree que es, Sermiento se cree. O Ser Mertín.
-Ja, ja, ja, ja.
-Bueno muchachos basta que estamos delante de un prócer. Y en definitiva qué es lo que quiere Usted buen hombre.
-Aquí tiene mi Currículum -más risas- para que cuando la Patria lo demande sea llamado para cumplir con el rol que la historia me tiene reservado.
-Che, pero qué lo parió este tipo…
-Ya le entendí, usted quiere anotarse para el plan del gobierno, claro.
-Gonzale viste que te dije, la propaganda es lo más importante. Fijate como vienen, como mosca vienen…
-Dígame su nombre, apellido y número de documento.
-Aquí tiene todo lo que quiera saber de mí. En mi Currículum personal.
-Le repito. Le pregunté por su nombre, apellido y número de documento. ¿O no me entiende?
-Bue, listo, ya tomé nota, quédese tranquilo que ya lo van a llamar. Levántese bien temprano porque aca se trabaja desde muy temprano, no vaya a ser que cuando lo vayan a notificar esté durmiendo y pierda su oportunidad.
Y allí quedaron el humo de los cigarrillos envuelto en una atmósfera de burla y desinterés. El postulante no solo se retiró con su currículum sino que también había agregado a la lista de prescindibles de la fuerza cuatro o cinco o eran seis nombres más.
De nuevo en su domicilio agarró el almanaque y redondeó el día 6 de abril con rojo y lo clavó en una de las paredes de la cocina. Ubicó una de las sillas y se sentó con las manos cruzadas en el respaldo como si montara un caballo cosa que pensaba mientras miraba fijamente el almanaque. Y allí se quedó detenido mirando pasar el tiempo, a la espera del llamado. Que lentos pasan los segundos los minutos las horas los días los meses cuando uno los mira.
Una puerta que se abrió lo quitó de sus pensamientos.
-Hola- dijo ella.
Se paró de un salto. Quedó en posición de firmes luego de hacer chocar los talones uno contra otro. La miró.
-¡¡¡Hooolaaa!!!- contestó.
Acababa de entrar en combate.

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